No tengo nada en contra de la recreación del amor, el parentesco insoluble, las velas prendidas a cierta altura.
No tengo casi nada en contra de la puerta abriéndose de golpe, de tanto en tanto,
la cama impecable, la cocina revuelta.
En igualdad de condiciones me confieso.
En intimidad conmigo me aparto.
Elijo quedarme y beber el vidrio de mi taza,
morder con lengua y todo mis brazos y piernas
mis dedos tanteando el teléfono enmudecido
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1 comentario:
Está tristemente solitario, con la copa llena de musas, pero bien lejos del vino.
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